De la historia que relató Jesús se comprende fácilmente que
cinco vírgenes no entraron con el Esposo porque algo les faltó. ¿Qué?
¿Lámpara? Tenían. ¿El aceite? Se les estaba terminando, pero
fueron rápido a los que lo vendían, y volvieron con las lámparas llenas de
nuevo. ¿Se les había apagado el fuego, y
se quedaron sin luz, en tinieblas? No lo menciona la parábola. Las lámparas se les estaban apagando, pero no
dice que se hubieran apagado. Quizá no se apagaron totalmente.
Eran vírgenes (los redimidos, la Iglesia de Jesús), tenían
lámpara consigo (vivían conforme a la
Palabra de Dios), consiguieron aceite con el que reavivaron sus fuegos (el
Espíritu de Dios estaba con ellas, y tenían luz), sus mechas estaban ardiendo y
siendo consumidas (su vida estaba consagrada en obediencia a Dios), y, sin
embargo, no les fue permitido entrar con el Esposo a la boda. Lo que fue peor,
él las desconoció.
Tenían todo, salvo un detalle. Se les pasó por alto que no era
cuestión de solamente tenerlo todo, sino que:
Debían
tenerlo... ¡CUANDO EL ESPOSO LLEGARA!
Las otras
cinco vírgenes, a las cuales el Señor llama “prudentes” , tenían apenas una cosa de diferencia. Releamos el pasaje: Las cinco insensatas,
tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron
aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Cinco
tomaron aceite adicional en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Aceite
adicional que llevaron en un envase distinto: en una vasija. La vírgen
insensata, que no juzga de acuerdo a cómo son las cosas para hacer según
corresponda, no presta atención a este detalle.
¿Detalle? ¡El gran detalle!
El aceite adicional, o por recordarlo más exactamente, la
vasija con aceite, es lo que marcó la diferencia entre las insensatas y las
prudentes, entre las que entraron con el Esposo y las que no estaban allí
cuando él vino.
Las
prudentes tomaron más aceite del que tenían en sus lámparas, pues dice:
en sus vasijas.
El
aceite, como vimos, es el Espíritu de Jesucristo, y sin ninguna duda, el aceite
de las lámparas era idéntico a este aceite de la vasija. ¿Consistió el secreto
de las prudentes en la simpleza de prever la demora? ¿Y si es tan fácil, por qué las otras no pensaron lo mismo?
ésta
parábola tiene un propósito, pero no es sólo
comparar dos clases de personas. Detrás de esas palabras se oye el llamado a la Iglesia de este último
tiempo: —¡Estén preparados!
El Señor enseñaba ciertas cosas claramente, otras en
parábolas. ¿Por qué? La misma pregunta le hicieron una vez los discípulos: “¿Por
qué les hablas por parábolas? él, respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os
es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos(la
gente que lo escuchaba) no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se
le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”
Las
cinco vírgenes insensatas vivieron esto en carne propia, pero posiblemente ni
se dieron cuenta. ¿Cómo es esto, si la parábola no menciona que a esas cinco
les quitaran nada? Podemos
no relacionar esta respuesta de Jesús a los discípulos con nuestra parábola, si
no queremos. Pero hagámoslo. Sencillamente por esto: Somos cristianos, y lo somos solamente porque
Cristo murió por nosotros, y nos dio nueva vida en él. No seríamos cristianos
sin el Cristo en nosotros. No seríamos vírgenes preparadas para las bodas con
él, no tendríamos una lámpara llena de aceite, y no ardería el fuego de Dios en
nosotros, si él no estuviese. Pero si cuando vuelve ese Cristo dador de nuestra
vida, nosotros no estamos allí, por la excusa más
sublime que sea, hasta la de “ir
a buscar más aceite (al que no tiene)”, el mismo Cristo que nos
hizo cristianos no nos dejará entrar con él, (aun lo que tiene le será
quitado) y ni siquiera nos reconocerá. Las prudentes tenían (a
cualquiera que tiene), y entraron con el Esposo (se le dará, y
tendrá más). Las insensatas no tenían (al que no tiene), y
no se las dejó entrar (aun lo que tiene le será quitado).
Jesús terminó la parábola diciendo, (también a nosotros):
“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del
Hombre ha de venir”. Este “velad” no es un simple sinónimo de “mantenerse alerta” o
“despierto”, pues las diez vírgenes se durmieron todas. Quien sabe si alguno
podrá evitar dormirse. Pero, por el contexto, y por el núcleo mismo de la
parábola, vemos que: “Velad, pues no sabéis a qué hora viene...”
equivale a: “Manteneos con aceite constantemente; todo el tiempo...”
La palabra "velad" nos relaciona con el momento de
Su venida. Nos incita a un contínuo estar preparados. Debo tener la lámpara en
mi mano cuando él llegue. Y aceite dentro de ella, y la mecha de mi corazón ya
embebida en ese aceite, y debo estar ardiendo e iluminando. Pero más que todo
eso, debo estar despierto a esa verdad de Dios de no
recostarme en lo que él ha hecho en mí. No he de considerar lo que él ha
hecho en cada hombre y mujer de Su Iglesia como si eso fuese el propósito final
de la obra de Cristo. Eso apenas es necesario para poder ser presentados
perfectos ante él, mas todo ello tiene un propósito mucho más feliz: Convertirse en la esposa del Cordero, ser
unidos al Esposo.
La
meta del caminar cristiano es Jesús mismo.
El
Señor nos está advirtiendo: “—Las cosas van a ser como en la parábola; estén
atentos, tengan cuidado. Cinco van a
quedar afuera porque no van a estar preparadas.”
Y
ya no va a ser la parábola.
¡Va a ser la realidad!