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Velad!


Las 10 Vírgenes- Capítulo 10 de 12

De la historia que relató Jesús se comprende fácilmente que cinco vírgenes no entraron con el Esposo porque algo les faltó. ¿Qué?

¿Lámpara? Tenían. ¿El aceite? Se les estaba terminando, pero fueron rápido a los que lo vendían, y volvieron con las lámparas llenas de nuevo. ¿Se les había apagado el fuego, y se quedaron sin luz, en tinieblas? No lo menciona la parábola. Las lámparas se les estaban apagando, pero no dice que se hubieran apagado. Quizá no se apagaron totalmente.

Eran vírgenes (los redimidos, la Iglesia de Jesús), tenían lámpara consigo (vivían conforme a la Palabra de Dios), consiguieron aceite con el que reavivaron sus fuegos (el Espíritu de Dios estaba con ellas, y tenían luz), sus mechas estaban ardiendo y siendo consumidas (su vida estaba consagrada en obediencia a Dios), y, sin embargo, no les fue permitido entrar con el Esposo a la boda. Lo que fue peor, él las desconoció.

Tenían todo, salvo un detalle. Se les pasó por alto que no era cuestión de solamente tenerlo todo, sino que:

Debían tenerlo... ¡CUANDO EL ESPOSO LLEGARA!

Las otras cinco vírgenes, a las cuales el Señor llama “prudentes” , tenían apenas una cosa de diferencia. Releamos el pasaje: Las cinco insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.

Cinco tomaron aceite adicional en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Aceite adicional que llevaron en un envase distinto: en una vasija. La vírgen insensata, que no juzga de acuerdo a cómo son las cosas para hacer según corresponda, no presta atención a este detalle.

¿Detalle? ¡El gran detalle!

El aceite adicional, o por recordarlo más exactamente, la vasija con aceite, es lo que marcó la diferencia entre las insensatas y las prudentes, entre las que entraron con el Esposo y las que no estaban allí cuando él vino.

Las prudentes tomaron más aceite del que tenían en sus lámparas, pues dice: en sus vasijas.

El aceite, como vimos, es el Espíritu de Jesucristo, y sin ninguna duda, el aceite de las lámparas era idéntico a este aceite de la vasija. ¿Consistió el secreto de las prudentes en la simpleza de prever la demora? ¿Y si es tan fácil, por qué las otras no pensaron lo mismo?

ésta parábola tiene un propósito, pero no es sólo comparar dos clases de personas. Detrás de esas palabras se oye el llamado a la Iglesia de este último tiempo: —¡Estén preparados!

El Señor enseñaba ciertas cosas claramente, otras en parábolas. ¿Por qué? La misma pregunta le hicieron una vez los discípulos: “¿Por qué les hablas por parábolas? él, respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos(la gente que lo escuchaba) no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”

Las cinco vírgenes insensatas vivieron esto en carne propia, pero posiblemente ni se dieron cuenta. ¿Cómo es esto, si la parábola no menciona que a esas cinco les quitaran nada? Podemos no relacionar esta respuesta de Jesús a los discípulos con nuestra parábola, si no queremos. Pero hagámoslo. Sencillamente por esto: Somos cristianos, y lo somos solamente porque Cristo murió por nosotros, y nos dio nueva vida en él. No seríamos cristianos sin el Cristo en nosotros. No seríamos vírgenes preparadas para las bodas con él, no tendríamos una lámpara llena de aceite, y no ardería el fuego de Dios en nosotros, si él no estuviese. Pero si cuando vuelve ese Cristo dador de nuestra vida, nosotros no estamos allí, por la excusa más sublime que sea, hasta la de “ir a buscar más aceite (al que no tiene)”, el mismo Cristo que nos hizo cristianos no nos dejará entrar con él, (aun lo que tiene le será quitado) y ni siquiera nos reconocerá. Las prudentes tenían (a cualquiera que tiene), y entraron con el Esposo (se le dará, y tendrá más). Las insensatas no tenían (al que no tiene), y no se las dejó entrar (aun lo que tiene le será quitado).

Jesús terminó la parábola diciendo, (también a nosotros): “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. Este “velad” no es un simple sinónimo de “mantenerse alerta” o “despierto”, pues las diez vírgenes se durmieron todas. Quien sabe si alguno podrá evitar dormirse. Pero, por el contexto, y por el núcleo mismo de la parábola, vemos que: “Velad, pues no sabéis a qué hora viene...” equivale a: “Manteneos con aceite constantemente; todo el tiempo...”

La palabra "velad" nos relaciona con el momento de Su venida. Nos incita a un contínuo estar preparados. Debo tener la lámpara en mi mano cuando él llegue. Y aceite dentro de ella, y la mecha de mi corazón ya embebida en ese aceite, y debo estar ardiendo e iluminando. Pero más que todo eso, debo estar despierto a esa verdad de Dios de no recostarme en lo que él ha hecho en mí. No he de considerar lo que él ha hecho en cada hombre y mujer de Su Iglesia como si eso fuese el propósito final de la obra de Cristo. Eso apenas es necesario para poder ser presentados perfectos ante él, mas todo ello tiene un propósito mucho más feliz: Convertirse en la esposa del Cordero, ser unidos al Esposo.

La meta del caminar cristiano es Jesús mismo.

El Señor nos está advirtiendo: “—Las cosas van a ser como en la parábola; estén atentos, tengan cuidado. Cinco van a quedar afuera porque no van a estar preparadas.”

Y ya no va a ser la parábola.

¡Va a ser la realidad!

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